“Gracias Madre por estar siempre, ayúdanos a cuidar nuestra Patria”.

El día sábado 3 de octubre en la Ciudad de Buenos Aires se llevo a cabo la 41° peregrinación al santuario de Nuestra Madre de Luján. Participamos las Misioneras Agustinas Recoletas de las dos comunidades de Argentina, provincia Santa Rita.

Iniciamos este camino desde la estación de Liniers, desde allí recorrimos unos 60 km, en los cuales vimos pasar miles de rostros a nuestro alrededor, algunos serios, otros alegres, pero lo que más nos impactó fue la devoción y el silencio respetuoso que hubo durante todo el camino.

En estas oportunidades una siempre experimenta distintos sentimientos y allí se pueden reconocer las propias fortalezas y debilidades. Al comenzar una está con mayor disposición luego llega el cansancio y sin embargo seguís adelante, ves la necesidad del que camina a tu lado y tal vez te requiere dar algo de vos que te cuesta, pero sabés que esos gestos alivian el cansancio o el dolor del otro y cobran otro sentido. Peregrinar a Luján es un pequeño modelo del camino de la propia vida, con distintas etapas, necesidades elementales que satisfacer, amigos que te rodean, desafíos que sortear y alegrías o tristezas que compartir.

Así lo vivimos, como hermanas, rezando, compartiendo la vida y sabiendo que la meta es Jesús y que su Madre María es el mejor camino para llegar a Él.

Cada experiencia es distinta y enriquecedora. Esta vez peregrinamos con la Parroquia Nuestra Señora del Valle del Barrio de Monte Chingolo. No conocíamos a casi ninguna de las personas. Pero la experiencia fue enriquecedora, despojarnos de todo en pos de un objetivo común, caminar hacia la casa de nuestra Madre, con alegría y amor.

En el camino se vive también la lógica del Reino: todo el mundo se olvida de su quintita y se ocupa de cuidar y dejarse cuidar por el otro. Es impresionante ver tantas personas ayudando en el camino, ofreciendo agua fresca, caldo, pan o simplemente animando con carteles y cantos a todos los peregrinos.   

Es conmovedor ver a todos peregrinando, cada uno con sus pedidos y sus agradecimientos. Su ofrecimiento es el sacrificio y la entrega. En el ir y venir, se cuentan las historias que acercan a cada uno de nosotros a este encuentro.

Pedidos por familiares o amigos enfermos, padecimientos, falta de trabajo, o agradecimientos por la salud, por curaciones o simplemente por la maravillosa vida que tenemos. Es lindo escuchar las historias, ver la emoción reflejada en la cara y sobre todo ver llegar a todos a la basílica y luego a la plaza; y ese momento en  que todos nos encontramos con María, de frente y muy adentro del corazón, cuando se mezclan la felicidad, el cansancio, el dolor y el amor…

Un agradecimiento muy especial a todo el equipo de apoyo de la parroquia Nuestra Señora del Valle que nos han cuidado, alimentado con tantos gestos de cariño. Como lo hizo nuestra Hermana Ana Delia López que fue como apoyo a brindar su servicio a todos los peregrinos.

Damos gracias una vez más a María que nos permitió reencontrarnos un año más en camino a Luján, llevando en nuestro corazones a toda nuestra congregación de Misioneras Agustinas Recoletas.  

Damos gracias a Dios por este gran regalo que nos hizo de haber podido caminar y llegar a Luján. De habernos podido emocionar otra vez estando frente a su presencia contemplando su rosto moreno. Que la entrega de miles de peregrinos que se acercaron a Luján nos de la gracia que necesita nuestro país.

 

“Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra Patria; hoy alzamos nuestros ojos y nuestros brazos hacia ti… Madre de la Esperanza, de los pobres y de los peregrinos, escúchanos…

Hoy te pedimos por Argentina, por nuestro pueblo. Ilumina nuestra patria con el sol de justicia, con la luz de una mañana nueva, que es la luz de Jesús. Enciende el fuego nuevo del amor entre hermanos.

Unidos estamos bajo la celeste y blanca de nuestra bandera,  y los colores de tu manto, para contarte que: hoy falta el pan material en muchas, muchas casas, pero también falta el pan de la verdad y la justicia en muchas mentes. Falta el pan del amor entre hermanos y falta el pan de Jesús en los corazones.

Te pedimos madre, que extingas el odio, que ahogues las ambiciones desmedidas, que arranques el ansia febril de solamente los bienes materiales y derrama sobre nuestro suelo, la semilla de la humildad, de la comprensión. Ahoga la mala hierba de la soberbia, que ningún Caín pueda plantar su tienda sobre nuestro suelo, pero tampoco que ningún Abel inocente bañe con su sangre nuestras calles.

Haz madre que comprendamos que somos hermanos, nacidos bajo un mismo cielo, y bajo una misma bandera. Que sufrimos todos juntos las mismas penas y las mismas alegrías. Ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza material y espiritual y que tomados de tu mano digamos más fuerte que nunca: ¡ARGENTINA! ¡ARGENTINA, CANTA Y CAMINA!”

 

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