Nací en Guatemala en el seno de una familia cristiana en donde Dios me manifestó su amor porque a través de mis padres y mis dos hermanas empecé a conocerle y aprendí a amarle.

Al ir creciendo tuve la oportunidad de vivir la fe, junto a mis hermanos de la Parroquia Santa María Goretti de los Agustinos Recoletos en Guatemala, allí fue donde descubrí la manera de seguir a Dios en comunidad y servirle en los demás a través de la catequesis y los grupos de jóvenes.

Desde muy joven participé en las actividades vocacionales dirigidas por los Agustinos Recoletos en el Seminario San Agustín de Guatemala, pero fue a finales del 2005 cuando después de algunas convivencias con las Misioneras Agustinas Recoletas que viajaban de la comunidad de México para hacer actividades vocacionales en Guatemala, que decidí iniciar un tiempo de discernimiento. Este tiempo transcurrió con la ayuda de los Agustinos Recoletos puesto que en Guatemala al no tener comunidad las Misioneras Agustinas Recoletas, sólo podía llevar un seguimiento con las hermanas por correo electrónico y visitas esporádicas de las hermanas. Al ver las distintas realidades de pobreza y desigualdad que hay en mi país y la necesidad de Dios en las personas se fue despertando en mí la pregunta: ¿A qué estoy llamada? ¿Cuál es mi vocación? Así poco a poco me fue rondando en la cabeza la idea de ayudar y amar al que lo necesita desde la vida consagrada.

Y la llamada a amar y seguir a Dios fue haciéndose cada día más fuerte,  así en junio del 2006 viaje a México para iniciar el aspirantado, después de algunos meses continué con el postulantado. Poco a poco, el Señor me ha ido enseñando el camino y ha ido  fortaleciendo mi respuesta. Pasados dos años  de empezar esta aventura inicié el noviciado en Salamanca, España y en septiembre del 2010 emití la profesión simple en Madrid.  Ahora después de cinco años de juniorado en Granada le he prometido al Señor que sí quiero amarle, seguirle y servirle, para toda mi vida, con todo lo que ello implica pero consciente de que es por su gracia y de su mano. Él ha tenido la iniciativa en mi historia y con amor le respondí sí con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas.

La celebración eucarística tuvo lugar el domingo 24 de abril, en la parroquia de Santa Mª Magdalena de Granada, junto al convento del Corpus Cristi, de las Agustinas Recoletas, el que hiciera mi profesión allí, no fue algo casual, esta parroquia y este convento es para toda Misionera Agustina Recoleta un referente ya que en  él,  dos  de  nuestras  cofundadoras,  Madre  Ángeles  y  Madre Carmela nacieron a la vida Agustina Recoleta y desde aquí en el año 1931, junto con Madre Esperanza, del Real Monasterio de la Encarnación  de  Madrid,  salieron  a  la  misión  de  Kweiteh-fú  (actual  Shangqiu)  para  colaborar  con  Mons.  Francisco  Javier Ochoa, agustino recoleto.  En  aquel lugar tiene su origen  la congregación de Misioneras Agustinas Recoletas. Presidió la celebración el padre Miguel Ángel Hernández O.A.R. y recibió la profesión la hermana Myriam Neira,  superiora general.

Las Misioneras Agustinas Recoletas seguimos a Cristo al estilo de San Agustín, vivimos en comunidad de hermanas y dedicamos nuestra vida a la misión que Cristo y la Iglesia nos encomiendan, esto teniendo como centro al Señor,  escuchando su Palabra que nos habla al corazón en la oración. Estamos llamadas a dar respuesta allí donde la Iglesia lo necesita en colegios, parroquias y centros asistenciales. Nos encontramos en diferentes países: España, México, Cuba, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Argentina y China.

Durante las etapas de formación he trabajado en diferentes actividades, compaginando la oración, la vida de comunidad, el estudio del grado en Ciencias religiosas en la facultad de Teología y el apostolado. He participado en catequesis de niños de primera comunión, grupos de mayores, grupos de Fe y Luz, grupos de personas sin techo,  actualmente estoy participando en grupos de Infancia y Juventud Misionera, estudiando un idioma extranjero y trabajando atendiendo la portería del Colegio Nuestra Señora de la Consolación, comunidad en la que  vivo.

Cuento con sus oraciones en esta nueva etapa de mi vida y animo a todos los jóvenes a que escuchen la voz de Dios que nos ama más que nadie.

Karen Alvarado, MAR

 

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