Y TE DA CARICIAS DE PADRE!!

 

A todas las hermanas misioneras agustinas recoletas un saludo enorme, saludos también a la gente que nos sigue atreves de la pagina web. Con mucha alegría quiero compartir brevemente las aventuras de este curso 2012-1013. 

 

Jesús se hace preste de mil maneras, a través de insignificantes signos, donde el nos acompaña diariamente. Quizá por nuestras prisas o cegueras personales, no le sentimos ni podemos experimentar su presencia. 

 

El correr del día a día en el colegio hace que todo cae en rutina… gracias a Dios que sale siempre a nuestro encuentro en momentos importantes, por ejemplo un campamento de verano, ocho días de ejercicios espirituales, etc. 

 

Puedo traer a la memoria un sinfín de acontecimientos positivos y negativos  de mi vida donde él siempre se ha hecho presente de manera entrañable. 

Pero por hoy sólo puedo decir: “gracias Dios por quererme y recibir de ti caricias de Padre”. 

 

Me parece oportuno compartir con todos ustedes este texto que nos invita a seguir dando testimonio de Jesucristo como verdaderos misioneros y misioneras.

 

CONFESIÓN CRISTOLÓGICA

Predicamos a Cristo hasta los confines de la tierra

            «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! Para esto me ha enviado el mismo Cristo.

 

Yo soy apóstol y testigo.  Cuanto más lejana está la meta, cuánto más difícil es el mandato, con tanta mayor vehemencia nos apremia el amor. Debo predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo; él es quien nos ha revelado al Dios invisible, él es el primogénito de toda criatura, y todo se mantiene en él, Él es también el maestro y redentor de los hombres, él nació, murió y resucitó por nosotros. 

 

             Él es el centro de la historia y del universo; él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida, hombre de dolor y de esperanza; él, ciertamente, vendrá de nuevo y será finalmente nuestro juez y también, como esperamos, nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.

 

           Yo nunca me cansaría de hablar de él; él es la luz, la verdad, más aún, el camino, y la verdad, y la vida; él es el pan y la fuente de agua viva, que satisface nuestra hambre y nuestra sed; él es nuestro pastor, nuestro guía, nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano. Él, como nosotros y más que nosotros, fue pequeño, pobre, humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente. Por nosotros habló, obró milagros, instituyó el nuevo reino en el que los pobres son bienaventurados, en el que la paz es el principio de la convivencia, en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados, en el que los que tienen hambre de justicia son saciados, en el que los pecadores pueden alcanzar perdón, en el que todos son hermanos.

 

             Éste es Jesucristo, de quien ya habéis oído hablar, al cual muchos de vosotros ya pertenecéis, por vuestra condición de de cristianos. A vosotros, pues, cristianos, os repito su nombre, a todos os lo anuncio: Cristo Jesús es el principio y el fin, el alfa y la omega, el rey del nuevo mundo, la arcana y suprema razón de la historia humana y de nuestro destino; él es el mediador, a manera de puente, entre la tierra y el cielo; él es el Hijo de María, bendita entre las mujeres, su madre según la carne; nuestra madre por la comunión con el Espíritu del cuerpo místico. 

 

          ¡JESUCRISTO! Recordadlo: él es el objeto perenne de nuestra predicación; nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y por los siglos de los siglos.»

                                   De una homilía de Pablo VI en Manila, 29 de noviembre de 1970. 

 

         Bien, queridos lectores en este año de la “FE” el Señor, nos sigue invitando para que seamos sus testigos y amigos de camino. Hagamos resonar su nombre por todo el mundo. Y así ser participes de la tierra prometida.

 

Paulina Lacán. MAR.