(Mañana): La prudencia es una virtud que debe guiar nuestras acciones cotidianas, pues supone el conocimiento de lo que hemos procurar hacer, y de aquellas que debemos evitar (diu. qu. 61, 4). La prudencia, al estar guiada por el amor, no pude ser solo una virtud contemplativa o pasiva, sino que tiene que llevar a la acción. Por ello, debemos considerar si estamos decididos a hacer aquello que la prudencia nos dicta, o si nos detenemos por el miedo, los respetos humanos, la mediocridad.

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(Tarde): San Agustín se da cuenta de que es fácil engañarnos a nosotros mismos y nos invita a preguntarnos acerca de la raíz de nuestras obras. Siguiendo a san Pablo (1 Cor 13, 3), nos dice que, si en la raíz de nuestras obras no está el amor, estas no sirven de nada.

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