Conversión de San Agustín en tiempos de incertidumbre

(Para la meditación comunitaria de las MAR del día 24 de abril de 2020)

      *Puede sonar una música suave de fondo durante toda la meditación

MOTIVACIÓN: Celebrar la conversión de san Agustín tiene que significar una oportunidad para reavivar nuestras búsqueda de Dios, nuestro afán por conocerlo más y más; por gustarlo más y mejor en la realidad de lo que cada uno es y en el tiempo y espacio difícil que nos corresponde vivir. Solo en Dios podremos encontrar la Fe, la esperanza y la caridad, es decir la lucidez y el sentido de las cosas, semejante a la experiencia de Agustín.

 

  1. Oración agustiniana para comenzar la meditación

               

“¡Tarde te amé,
belleza tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!
Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,
y por fuera te buscaba;
y deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.
Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.

Me retenían lejos de ti aquellas cosas
que, si no estuviesen en ti, no serían.
Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:
brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti;
gusté de ti, y siento hambre y sed;
me tocaste y me abrasé en tu paz.”

Danos Señor de tu Espíritu, de tu llamada, de tu luz, de tu perfume. Señor que gustemos de tu dulzura, de tu paz, de tu esperanza. Conviértenos a ti porque “nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” AMÉN

  1. Meditación con San Agustín

(Se lee sin prisa, pausadamente para su mejor interiorización)

Cualquier persona que se acerque al libro de Confesiones, recreación autobiográfica del camino de la conversión de Agustín, cuando menos quedará extrañado y podrá reconocer en este relato que es oración, que es poesía, que es filosofía, que es historia, un ejemplo y referente para muchos que han recorrido el camino de su propia conversión o cambio radical de vida y valoración. En toda vida, la conversión tiene su propia forma, porque cada hombre es una realidad distinta y ninguna es copia de otro. Sin embargo, la historia testifica que el camino que recorrió Agustín es seguro y que el proceso de Agustín tiene un alcance más que personal, pues puede erigirse en modelo para muchos otros. Es Benedicto XVI quien nos habla que la vida es camino de una continua conversión y así lo señala con respecto a la de San Agustín. Cada momento y circunstancia fue para Agustín un motivo para buscar a Dios y una vez que se deja encontrar por el Señor, sigue peregrinando en esa conversión en el día a día, en la realidad y momento que le correspondió vivir.

Hoy también la realidad y la vida nos interpelan y es aquí donde nos ha puesto el Señor en este espacio y tiempo para que como San Agustín, busquemos a Dios y renovemos cada día como él nuestro camino peregrinante de conversión. Y ¿qué vivimos en nuestro hoy, dónde sin duda Dios se manifiesta y nos invita a ejercitar un proceso de vital conversión?

Apenas en pocas semanas, la vida nos ha cambiado de forma drástica y determinante como consecuencia de la enfermedad que asola toda la tierra. Es imposible no sentirse vulnerable ante esta situación, sobre todo por la incertidumbre de su verdadero alcance. Debemos hacer lectura de la realidad desde los ojos de nuestra fe para los que somos creyentes en Jesús y decimos estar en camino de conversión. Toda mirada sobre esta situación, habitando en las entrañas de esta enfermedad, debe ser en clave de esperanza, pero sin ingenuidad ni anclajes en sueños e ideales sobre una realidad inexistente, sino con la certeza de sentirnos llamados y partícipes de una respuesta firme de conversión ante lo que nos rodea… algo así como aquella suave voz que Agustín escucho en su interior en Casiciaco… “toma y lee”. ¿Es que no escuchamos en nuestro interior algo parecido ante la difícil realidad que nos toca vivir? Si no somos capaces de descubrirlo, será lógico que no sabremos dar pasos de conversión.

“Toma y lee”… nuestra conversión debe sustentarse en Dios actuante en nuestra realidad a pesar de nuestra incapacidad de comprenderlo o percibirlo y que es una presencia que se hace vida en pequeños gestos de solidaridad y encuentro, en las presencias que hacen la diferencia entre la vida y la muerte cada día, en el amor cotidiano que emerge a pesar de la incertidumbre.

Cada una deberemos preguntarnos como esta vivencia nos ha transformado desde dentro y en lo profundo para ser mujeres nuevas, asumiendo la coherencia de nuestra vida con este llamado a la conversión, de modo que esto que estamos viviendo tenga un sentido más profundo que el mero sobrevivir y la situación de fracaso por tantas pérdidas.

Que lo que nos está aconteciendo pueda ser un camino de conversión al Señor, que interpele nuestra vida, que nos haga caer en la cuenta de todas las injusticias y faltas de fraternidad cerca y lejos, de las que ya no eramos capaces de observar y sentir. Que no sea en vano este tiempo, que quede registrado en nuestros corazones para despertar y convertirnos.

En los tiempos de mayor desolación, donde la muerte predominaba y el mal aparentaba prevalecer, ahí se presenta la revelación de Dios, en la promesa de nunca abandonar a sus hijos, y donde se expresa la incontenible fuerza de un Dios de la vida. Para ello nos llama a una conversión profunda que nos es otra cosa que una confianza absoluta en Él, que pide actuar con consecuencia en el proyecto del Reino. San Agustín vivió esta experiencia en la continua conversión de su vida.

  1. Oración agustiniana final

“Señor y Dios mío, mi única esperanza, no permitas que deje de buscarte por cansancio, sino que te busque siempre con renovada ilusión. Tú, que hiciste que te encontrara y me inculcaste ese afán por sumergirme más y más en ti, dame fuerzas para continuar en ello. Mira que ante ti están mis fuerzas y mi debilidad. Conserva aquéllas, cura ésta. Mira que ante ti están mis conocimientos y mi ignorancia. Allí donde me abriste, acógeme cuando entre. Y allí donde me cerraste, ábreme cuando llame. Haz que me acuerde de ti, que te comprenda, que te ame. Acrecienta en mí estos dones, hasta que me transforme completamente en nueva creatura”. AMÉN