DESDE ECUADOR

INTERJUNIORADO: “Comunidad es misión, con la centralidad de Cristo”

Del 16 al 20 de abril, junioras de distintas congregaciones religiosas presentes en Ecuador tuvimos la oportunidad de participar en la semana de formación del Interjuniorado que organiza cada mes la Conferencia Ecuatoriana de Religiosos/Religiosas. En esta ocasión el tema fue “Comunidad es misión, con la centralidad de Cristo”, dirigido por el sacerdote capuchino Jesús García.

Desde luego fue una semana intensa en la cual nos sentimos profundamente confrontadas, pero también invitadas y animadas a seguir apostando por la fraternidad, signo contundente de la Buena Noticia de Jesús.

A continuación quisiera compartirles algunas resonancias personales a partir de lo trabajado durante toda la jornada.

En primer lugar, y teniendo como referencia la comunidad de Betania, tenemos que preguntarnos “¿a qué huele mi comunidad?”¿Se trata del hedor de la muerte, de la injusticia y desesperanza o del olor del perfume de la vida, del bien, del Reino? Lo importante es saber que lo que es o a lo que huele nuestra comunidad es lo que cada una aporta, lo que cada una ofrece. Es preciso mirar nuestra realidad con ojos de fe, confiadas en que la última palabra siempre la tendrá el buen perfume, por la presencia de Cristo en medio de nosotras.

Ahora bien, eso que aportamos depende mucho de dónde esté centrado nuestro corazón, pues como ya sabemos, donde está nuestro tesoro está nuestrocorazón (Cf. Lc 12, 34) o, parafraseando al P. Jesús, “donde está nuestro corazón, allí está nuestro tesoro”.  Un corazón centrado en el yo (egoísmo), en otro con minúscula (dependencia) o en otros (altruismo) se encuentra lejos del discipulado, que es tener el corazón centrado en Otro, con mayúscula, es decir, sólo en Cristo. Es él quien nos ubica, quien nos proyecta correctamente hacia los demás. Si Él no está presente cada quien tira para su lado.

Al respecto encontramos un ejemplo en la corrección que hace Pablo a la comunidad de los Corintios (Cf. 1 Cor 11, 17-22. 27-34), donde prevalecen las divisiones, los bandos, el egoísmo, la inequidad y la falta de discernimiento y de un  verdadero espíritu de pobreza evangélica. En contraste, nuestras comunidades deberían perseguir el ideal que nos presenta Lucas en Hch 2, 42-47: unidad, solidaridad y comunión de bienes.

Desde luego, la búsqueda de una comunión auténtica no brota de un simple esfuerzo humano sino que tiene su origen en la filiación que heredamos por medio de Jesús. Solamente profundizando y apropiándonos de nuestro ser hijas de un mismo Padre, (Cf. Jn 1, 12-13), podremos entender que somoshermanasy vivir desde esta mística. La fraternidad/sororidad también es Gracia, tal vez por eso nos compartía el P. Jesús que “en nuestras comunidades no hay problemas de fraternidad ni de carismas, sino problemas de fe. Lo que nos hace falta es creer que somos los que somos: hijas y hermanas.

Aunque queda mucho por  decir, quisiera terminar compartiendo las cuatro “C”, cuatro “ingredientes” para vivir el Evangelio en fraternidad, según el ideal de los Hechos, y que sin duda nos orientan en nuestra búsqueda de ser comunidades misioneras centradas en Cristo: Confianza: contaban con el apoyo de los demás; Comunicación: cada uno se expresaba con libertad, desde el amor; Comunión: todo lo compartían; y Compasión: se preocupaban unos de otros para que nadie pasara necesidad.

Que el Señor nos siga sosteniendo en nuestras luchas por hacer realidad el deseo de fraternidad que Él mismo ha puesto en nuestro corazón, sin olvidar que, como dice san Agustín, “nadie puede ser verdaderamente amigo del hombre si no lo es primero de la Verdad misma…”(Carta 155, 1).

Yolenny Ramírez Corporán, mar