Sobre la presencia en Barranquilla cuántos años, que ha supuesto, que agradecen y que supone para las MAR esta nueva estructura.

La congregación llega a Barranquilla en el año 1969, como resultado de la iniciativa de algunas religiosas que dieron respuesta a la opción preferencial por los pobres y las experiencias de inserción que en esos momentos se realizaban.

El primer trabajo fue asumir la dirección del Colegio san Pablo, posteriormente se abrieron otras obras en salud, asistencia social en las que fue participando la comunidad con las religiosas que se enviaban allí para trabajar con los más necesitados.

¿Qué ha supuesto esta presencia?  Han sido 50 años de compromiso misionero, en los que el testimonio del amor entregado sin reservas, ha marcado una historia en el Barrio la Paz de Barranquilla y no sólo de las hermanas Misioneras Agustinas Recoletas, sino de una gran cantidad de personas, religiosos camilos, corazonistas, profesores, familias de estrato alto, empresas, gente sencilla, instituciones que gracias al liderazgo de personas como el P. Cirillus, religiosas MAR  y otros más, tendieron lazos de fraternidad, de amor, de solidaridad para sacar adelante familias enteras golpeadas por la pobreza, la violencia, el desplazamiento. Las historias que hay en esto 50 años en el Barrio La Paz, son testimonios vivos de la misericordia de Dios. Se vieron milagros de la providencia.

Al salir la Congregación ¿que agradecemos?

No se puede decir en unas pocas palabras lo que agradecemos, porque es como contar las estrellas del firmamento.

Dentro de lo mucho que me atrevo a destacar para agradecer:

lo primero, que Dios ha caminado con su pueblo sufriente, que envió en cada etapa a las personas precisas para servir, trabajar, sanar, salvar, acompañar, dar esperanza.

Que recibimos tanto amor de los niños, familias, enfermos, y de todas las personas con las que compartimos la vida, que más que dar recibimos.

Que la vida de fe y oración de la comunidad se experimentó desde las entrañas, con el dolor, el gozo, la fatiga, los problemas y la providencia que se palpaba, Recibimos muchos testimonios.

Que caminamos con el pueblo en el destierro, la opresión pero que con las manos de toda la iglesia, se hizo posible el cambio, se fueron transformando realidades, espirituales y materiales.

Que se dio uno de los alimentos más importantes para la persona, la educación en valores humanos y cristianos.

Que pudimos experimentar lo que es ser buen samaritano, curar, cuidar.

Que Dios contó con nosotras y ahora nos llama a salir porque ya cumplimos una parte de la misión y ya están listos para que otros sigan.

¿Qué supone para las MAR esta nueva estructura? 

Supone mirarnos y reconocer con humildad que es la hora de volver al corazón, que es necesario recogernos para discernir y purificar nuestra identidad, supone correr el riesgo de desprendernos de lugares, acciones, instituciones que ya no podemos atender.

Supone dar prioridad al ser.

Supone dejar que el proyecto de Dios sea posible y el que nosotras   creíamos asegurado disminuya, cambie.

La nueva estructura ha supuesto para la todas las hermanas un cambio de paradigma e ir poco a poco aceptando que hemos cambiado como ha cambiado el mundo y que las respuestas que estamos dando hay que replantearlas, porque posiblemente las necesidades fundamentales son otras.

Nos hemos puesto en camino para seguir la voz del maestro y nos está llamando a un nuevo planteamiento personal, comunitario de su seguimiento, la realidad es que necesitamos una renovación, revitalización, reestructuración desde el Evangelio.