«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?» (Lc 24,5)

 Queridas hermanas: ¡Feliz Pascua de Resurrección!

Un año más, celebramos la resurrección del Señor. “¡Bendito sea Dios que nos ha bendecido en la persona de Cristo, con toda clase de bienes espirituales y celestiales!” (Ef. 1,3).

El acontecimiento pascual narrado por Lucas nos puede ayudar durante toda la cincuentena a vivir este tiempo con alegría y esperanza.

“El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron a la tumba llevando los aromas que habían preparado. Pero, encontraron la piedra retirada del sepulcro. Al entrar, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús.

Es el día de Pascua, o sea, del “paso” de la muerte a la vida, de la opresión a la liberación, de las tinieblas a la luz…Es un día simbólico que va desde la resurrección hasta la ascensión –sin que precise ningún cambio de día. La cincuentena es un período de tiempo muy largo, pero delimitado, un hecho único, durante el cual Jesús se presenta Viviente a los que lo habían experimentado bien muerto y fracasado, después de haber convivido largo tiempo con él.

Y sucedió que, estando ellas apuradas por esto, he aquí que dos hombres se presentaron ante ellas con vestiduras brillantes. Pero, atemorizadas e inclinando sus rostros hacia tierra, les dijeron: “¿Por qué buscáis al Viviente entre los muertos?

La ambigüedad de la tumba vacía desaparece ante la revelación divina, manifestada en los dos jóvenes. En un instante todo cambia. Jesús «no está aquí, ha resucitado.» Estas palabras de dos hombres «con vestidos resplandecientes» refuerzan la confianza en las mujeres que acudieron al sepulcro, muy de mañana. Habían vivido los acontecimientos trágicos culminados con la crucifixión de Cristo en el Calvario; habían experimentado la tristeza y el extravío. No habían abandonado, en cambio, en la hora de la prueba, a su Señor. Van a escondidas al lugar donde Jesús había sido enterrado. Las empuja el amor; aquel mismo amor que las llevó a seguirlo por las calles de Galilea y Judea hasta al Calvario.

No está aquí, sino que ha sido resucitado. Acordaos cómo os lo dijo estando todavía en Galilea diciendo que el Hijo del hombre debía ser entregado en manos de hombres pecadores y ser crucificado y resucitar al tercer día”. Y se acordaron de sus palabras.

Las mujeres estuvieron cerca del sufrimiento de Jesús y contemplaron su santidad y fueron atraídas por ella (“cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”, Jn 12,20-33); ante el signo del sepulcro vacío escucharon la voz de Dios, recordaron las palabras del Señor y profundizaron en ellas, dándoles pleno sentido, experimentando su cumplimiento. Estas mujeres, sencillas y humildes, fieles discípulas de Jesús, fueron las primeras en recibir el anuncio de la resurrección, y reverentemente, creyeron en ella y la anunciaron.

La escucha firme y fiel de la Palabra nos hace salir al encuentro, reconocer, comunicar, anunciar, compartir, hablar desde la experiencia y el conocimiento que Cristo nos revela en lo más hondo de nuestro interior, en el silencio atento que espera la voz y la acción transformadora de Jesús resucitado. Pongamos nuestro centro de atención en la Palabra para que nos cambie y nos transforme en testigos de vida y de esperanza.

No busquéis entre los muertos al que vive”. Es un grito para nuestra renovación y la renovación de las estructuras de opresión que nos sumergen en el miedo. Es la llamada a no vivir como muertos/as, con el espíritu adormecido y hundido. Creer en este mensaje es “levantarse” -eso significa resucitar-, ponerse de pie y caminar erguidos/as con toda la dignidad y libertad de personas nuevas.

“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?”. Estas palabras, nos dice el papa Francisco, son como una piedra miliar en la historia; pero también una “piedra de tropiezo”, si no nos abrimos a la Buena Noticia, si pensamos que da menos fastidio un Jesús muerto que un Jesús vivo. En cambio, cuántas veces, en nuestro camino cotidiano, necesitamos que nos digan: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?”. Cuántas veces buscamos la vida entre las cosas muertas, entre las cosas que no pueden dar vida, entre las cosas que hoy están y mañana ya no estarán, las cosas que pasan… “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?”. Lo necesitamos cuando nos encerramos en cualquier forma de egoísmo o de autocomplacencia; cuando nos dejamos seducir por los poderes terrenos y por las cosas de este mundo, olvidando a Dios y al prójimo, olvidándonos, a veces, de nuestros compromisos como consagradas, poniendo nuestras esperanzas en vanidades mundanas, en el éxito, en nuestros propios proyectos.

“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?” (Lc 24, 5). Esta pregunta nos hace superar la tentación de mirar hacia atrás, a lo que pasó ayer, y nos impulsa hacia adelante, hacia el futuro. Jesús no está en el sepulcro, es el Resucitado. Él es el Viviente, Aquel que siempre renueva su cuerpo que es la Iglesia y le hace caminar atrayéndolo hacia Él.  Esta pregunta, nos ayuda a salir de nuestros espacios de desolación, de desánimo, sobre todo, ante tantos acontecimientos de dolor, y nos abre a la alegría y a la esperanza que nos da el Viviente. Esa esperanza que mueve las piedras de los sepulcros y alienta a anunciar la Buena Noticia, capaz de generar vida nueva para los demás. ¡Él está vivo! Estamos llamadas a sembrar vida y vida abundante con nuestra forma de amar y entregarnos, desde la experiencia profunda que nos regala el Resucitado. Pero, sobre todo, no olvidemos que Dios camina en la vida, en los nuevos crucificados de la historia, esperando nuestra compañía, solidaridad y nuestra entrega en favor de la justicia y la paz.

María, Nuestra Madre de Consolación, Nuestra Señora de la Pascua, nos acompañe, contagiándonos la alegría de su Hijo Resucitado.

Leganés, 14 de abril de 2022

 

Nieves María Castro Pertíñez

Superiora general